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miércoles, 30 de diciembre de 2015

La Vara de Poder del Verdugo

Estoy nerviosa, rozando la histeria en algunos momentos. A veces me pregunto cuándo acabará, donde está el final.

Miro atrás y veo que las cosas han mejorado algo, pero muy lentamente, demasiado. "Todo lleva su tiempo" me digo.

La vara de poder. Ese espacio de tu cabecita que tu verdugo, tu maltratador, tiene en su poder. Tú se las has dado y tú misma tienes que quitársela.

Se la das de manera inconsciente. Un día te despiertas y te das cuenta de que te has convertido en el saco de boxeo de la persona que tienes al lado sin ni siquiera saber cómo ha ocurrido.

Para quitársela tienes que ser muy consciente de lo que eres para esa persona. Demasiado en realidad, tanto que ni te lo crees. Y aun cuando lo consigues… se queda con esa parcela de tu cabeza que, aunque pequeña, es capaz de mantener en alerta a todo tu cuerpo.

Se la quité en septiembre de 2011. Si, fue bastante después de mi divorcio. Ya os digo. Cuesta un mundo.

En un hospital, con tubos en mi cuerpo y leyendo su último mensaje. “Lo siento”, de nuevo la misma cantinela. De nuevo volvía a ser aquel hombre que en los peores momentos retrocedía y estaba a mi lado. Pero yo ya estaba, de nuevo, en el hospital.

Su parcela de mi cabeza empezó a escribir un perdón sincero, otra oportunidad más. La mía, cada vez más fuerte, dijo “basta ya”. Le escribí mi mensaje de despedida.


No estoy mejor. No quiero tu ayuda porque luego me lo echarás en cara y me exigirás que te agradezca no sé qué. No quiero que me hables si no es para algo de los nenes. No quiero, ni muchísimo menos que vengas a verme.

Si. Han sido 11 años. Creo que 11 son bastantes para aguantar todo lo que he aguantado y sobre todo las mentiras, los insultos, las presiones y las amenazas. Te he dado miles de oportunidades, te he pedido, te he suplicado... 11 años!!!!.

No se qué crees que has intentado pero te engañas a ti mismo y a mí ya ni me importa.

Déjame en paz.

Ahí le quité la vara. Pero nunca he podido quitarle ese espacio de mi cabeza, que es suyo.

Ahora estoy nerviosa. Día de recogida. No se si estarán, no se qué ocurrirá. El miedo siempre está ahí. Pero mi persona me acompaña. Esa persona que hace de bastón en los peores momentos y me utiliza de apoyo en los suyos. Al menos siempre la tengo a ella.

Sueño con ver sus caritas, pero me metalizo por si no están.

Me da rabia no poder quitarle ese espacio, pero por experiencia se que eso no ocurrirá.

Es su marca. Yo ya tenía una, una mucho mayor. Y quitar aquella otra vara me costó 26 años y mi salud. Esa mujer me dejó el miedo como algo intrínseco en mí, una enfermedad crónica y un dolor físico constante que me recordará toda mi vida cada uno de sus brotes.

La vi hace 3 años. En una escalera. Ella subía, yo bajaba. Por un momento me quedé petrificada. Mirándola. Retrocedí unos pasos y corrí.

La única manera de quitarles la vara es reducir su existencia en vuestra vida a la mínima expresión. No hablar con ellos, no darles la oportunidad de explicarse, ni de fortalecerse, ni de arrepentirse por lo que os hacen. Siempre tienen una excusa. Siempre. Pero ninguna excusa justifica que alguien os machaque física y psicológicamente. No podéis dejar que su voz entre en vuestra cabeza, ni una palabra, ni un susurro.

Jamás contestéis a sus mensajes, jamás les cojáis el teléfono. Jamás les dejéis avanzar en el reducto que quedó en vuestra cabeza después de su existencia en vuestra vida. Vivid con su marca de la mejor manera posible, pero sin ellos. Hasta que se convierta en algo diminuto en vuestra cabeza, algo que solo vibra cuando alguien parecido entra en vuestra vida. Para avisaros.

Estoy nerviosa, rozando la histeria en algunos momentos. Pero tengo la vara en mi poder. Y tengo a mi persona. No necesito más.

A mi amiga María. Mucho ánimo.


A mi hermana. Te quiero desde antes de conocerte.



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